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Arriesgar.

Proyectando el nuevo año escolar

Febrero 14, 2023

Artículo de Ignacio López, Dr. en Filosofía por la Universidad Católica Argentina y Master of Arts por la University of Chester. 

Odoo • Texto e imagen

    Cuenta Jorge Luis Borges en Las ruinas circulares que existen dos tipos de alumnos, los que aceptan con pasividad la doctrina recibida y los que arriesgan, a veces, una contradicción razonable*. Si bien los primeros siempre son dignos de amor y cariño, en realidad son los segundos los que, poco a poco, van logrando crecer y desarrollarse como personas libres e independientes. 


    Potenciado por este anhelo de acompañar de la mejor manera posible el desarrollo integral de nuestros alumnos, el mundo de la educación señala -muy acertadamente- cada vez con más fuerza que el centro del proceso educativo es el alumno, motivo por el cual los educadores de hoy hacen un gran esfuerzo por mirar siempre primero al alumno: quién es, qué dones tiene para explotar, qué herramientas le serán más provechosas para el mundo que les espera, y, por sobre todas las cosas, cómo acompañarlos de la mejor manera en su desarrollo personal.


    Así, de acuerdo con esta poderosa intuición de Borges, es probable que todo buen educador del siglo XXI sueñe con tener menos memoriosos repetidores seriales de fechas y fórmulas y más intelectos autónomos y valientemente reflexivos, dispuestos a analizar, e incluso cuestionar, de forma crítica y responsable el mundo que los rodea. A fin de cuentas, todo buen educador desea que sus alumnos logren desplegar toda la riqueza de su persona, esa que hace a cada uno de ellos único e irrepetible, y trabajar empeñosamente por acompañarlos de la mejor manera en dicho proceso. Febrero, tiempo de capacitaciones, reuniones y mucha planificación, es un tiempo especialmente propicio para esto.


    Ahora bien, la cuestión que puede pasar desapercibida en este proceso es la revisión del trabajo docente, no en relación con el alumno, sino considerada en sí misma. Por tal motivo, tal vez este comienzo de año sea un momento oportuno para preguntarnos cuál de los caminos propuestos por Borges queremos tomar este año como docentes: ¿prolija y memoriosa repetición de planificaciones o riesgosa búsqueda de nuevos esquemas superadores?



    ¿Por qué retocar una planificación que ya conozco de memoria? ¿Por qué seguir buscando recursos, cuando los que tengo tuvieron buena recepción en mis clases? ¿Por qué probar algo nuevo, si lo que tengo funciona bien? Porque el mundo, los alumnos y nosotros mismos cambiamos, y porque la docencia es como el agua: si se estanca, muere. Esto no implica cambiar por cambiar, sino tener la valentía de arriesgar responsablemente por una propuesta educativa mejor, más desafiante y provechosa para nuestros alumnos.


    ¿Qué será, entonces, de nuestro febrero? ¿Un mes de chapotear en la orilla, revisando y repitiendo prolijamente planificaciones y actividades ya conocidas, o un mes de apasionante navegación mar adentro, buscando nuevos horizontes que desafíen tanto a nuestros alumnos como a nosotros mismos? 


    Con todas estas ideas resonando en nuestra mente -y en nuestros corazones-, podemos pensar en tres acciones concretas para hacer realidad esta navegación mar adentro:


  • Revisar lo vivido: ¿Qué me sirvió el año pasado? ¿Cuáles fueron mis fortalezas como docente? ¿Y mis debilidades? ¿Qué cosas no me fueron tan útiles?

  • Establecer objetivos: ¿Qué capacidades quiero desarrollar en mis alumnos? ¿Qué cosas voy a implementar para mejorar mi desempeño docente? ¿Cuál será el lema que me acompañará en este nuevo año escolar?

  • Compartir con otros docentes: mostrar las planificaciones, aceptar sus sugerencias, soñar con proyectos en conjunto…


    ¡Desde Integralis les deseamos a todos y cada uno de ustedes un muy feliz comienzo de clases!





* El texto completo dice: “A las nueve o diez de la noche comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más.” Borges, Las Ruinas Circulares.