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Odoo - Prueba 1 a tres columnas

Qué nos pasa con la autoestima al crecer

septiembre 9, 2019

Por Maritchu Seitún


La autoestima, tal como lo dice la palabra, se trata de nuestra propia valoración, lo que nosotros decimos (creemos, pensamos, sentimos) de nosotros mismos y ya vimos que comienza en la infancia con la mirada enamorada de los padres. ¿Qué pasa al crecer si no logramos alcanzarla? ¿Y qué ocurre cuando al crecer la imagen de nosotros mismos continúa dependiendo de la opinión de otros? Ya sean nuestros padres reales, los internalizados u otras personas de nuestro entorno, seguimos mirando hacia afuera, a otras personas, para saber cuánto valemos, como cuando éramos chiquitos y mirábamos a nuestros padres para saberlo. Esto hace muy inestable esa imagen porque hoy nos ocurre con más de una persona significativa para nosotros, y no es sencillo decir, o hacer, de modo que me miren bien -o me aprueben- mamá, a la vez papá, o mi hermano, mis amigas, mi marido, mis hijos, mi jefe, etc.

Cuando nuestra valoración depende por demás de otros nos sentimos permanentemente tironeados hasta el descuartizamiento por esas personas a quienes les otorgamos el poder de definir nuestro valor. Para complicar más las cosas, no van a estar de acuerdo entre ellos por lo que además tendremos que renunciar a alguna o muchas de esas miradas aprobadoras, y eso hará flaquear aún más nuestra (por ese camino) inestable autoestima. Podríamos por ejemplo elegir una carrera por miedo a perder la valoración de nuestros padres, o dejar un

novio más atentas a lo que dicen mamá o una amiga que a lo que nosotras realmente queremos. Nuestra autoestima también podría depender de nuestros logros, resultados o éxitos –de hechos y no de personas-, otra consecuencia posible de no sentirnos valiosos por el mero hecho de existir. En este caso quizás no dependemos de una persona pero estamos por demás atentos al sueldo que ganamos, a la casa que tenemos, al lugar donde nos vamos de vacaciones, y nuestra valoración depende de todos esos factores.

El gran problema es que esta valoración es como un espejismo en el desierto, apenas creemos alcanzar aquello que tanto deseamos y creímos que nos iba a hacer sentir finalmente valiosos, éste se aleja y queremos un auto más grande, un sueldo más alto, más invitaciones… Nuestro objetivo como padres es lograr que los chicos hagan el viraje de la autoestima basada en el afuera a otra basada en su interior, de modo de que lleguen a adultos mirando hacia adentro de ellos para saber lo que valen y no hacia afuera (otras personas, resultados, éxitos, etc.). Nos necesitan para hacer ese viraje, no pueden solos, nuestra palabra pesa tanto para ellos que si no empezamos a corrernos, a bajar el tono y a callarnos un poco, no van a poder escuchar esa voz interna que les dice lo que ellos quieren, o lo que sienten. Y equivocarse es parte del proceso: "no quiero comer más" y quedarse con hambre, por ejemplo ayuda a reconocer los mensajes auténticos de su mundo interno del enojo con mamá que lo lleva a tomar venganza haciendo algo que cree que le va a molestar. Y les va a doler (la panza de hambre en este ejemplo), y eso también es parte del mismo proceso.

Como explico en Capacitación emocional para la familia cuando sólo «aprobamos» las zonas luminosas (bueno, respetuoso, responsable, obediente, considerado, amable, esforzado, valiente, cordial…), aunque no lo hagamos explícitamente, les mostramos que una parte de sus personas no nos gusta, o no nos parece bien. Esta no-aprobación podría ser muy sutil, sólo un gesto o un cambio en la mirada, pero como ellos son nuestros hijos registran esa señales mínimas. De todos modos hay chicos que están hiperatentos a la mirada de sus padres y otros que la toleran sin que les afecte tanto, a estos últimos les cuesta menos separar su propia imagen de sí mismos de lo que opinan mamá o papá con sus gestos o palabras. Tengamos especial cuidado con los niños que están muy alertas en ese aspecto, ¡aunque es muy cómodo que sean así!, porque sin chistar ayudan, se portan bien, comparten… pero se sobreadaptan, se acomodan a nosotros y no logran alcanzar una autoestima adecuada. Y al crecer no van a tener los recursos internos que necesitan para saber qué y quién les hace bien y de qué o de quién les conviene apartarse con confianza y esperanza de encontrar algo o alguien mejor.

 

Publicado originalmente en La Nación el 29 Julio de 2019