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Odoo - Prueba 1 a tres columnas

La pandemia silenciosa 

Articulo de opinión de  Sara Isabel Arana Ruiz, ex alumna.

enero 18, 2022

 

Un pequeño virus que ha comenzado en 2019 en Asia ha logrado viajar a todos los continentes, demostrando que la globalización ha crecido, rompiendo barreras, desconociendo fronteras y venciendo el tiempo. Lamentablemente hemos perdido una gran cantidad de seres queridos por esta enfermedad, pese al admirable esfuerzo de quienes arriesgan su vida (día y noche), trabajando en el sector salud, para salvaguardar la vida de cada paciente.

Estamos hablando de un virus que físicamente puede destruir el sistema inmunológico de algunas personas... Pero no soy médico y no pretendo dedicar el artículo en hablar de un virus del que ustedes pueden conocer mejor que yo. Quiero hablar de una pandemia más fuerte, pero también mucho más desconocida. Una pandemia que quizá no es mortífera pero que deja secuelas emocionales, psicológicas, físicas, relacionales…

Después de escuchar una excelente conferencia acerca de la pornografía, el expositor recomendó un documental en Netflix que hablaba de las chicas que por voluntad propia querían entrar al mundo de las “estrellas pornográficas”. No voy hablar de lo que trata el documental, sino lo que fue para mí, como mujer, darme cuenta de la realidad de una industria que desconocía. Esa noche me costó mucho conciliar el sueño, no solo por las imágenes explícitas que vi, sino porque sentí que estaban denigrando a mi sexo y de la peor manera. Ver cómo las manejan y utilizan para un mercado en el que cualquiera puede abusar de ellas en el momento que quieran y donde quieran me generó angustia e impotencia.

Cuando estas chicas hablan y comparten lo que han hecho o les han hecho, uno puede darse cuenta del vacío, la intranquilidad y sobre todo la falta de sentido que le dan a su “trabajo”. La mayoría dura 3 meses y son muy pocas las que continúan por 1 o 2 años más, porque al final se reducen como mujer a la imagen de su cuerpo y a su genitalidad, y se les adjudica una “fecha de caducidad”. ¿Y cómo es posible que una persona tenga fecha de caducidad? porque así es como las tratan, como un producto con el que puedes comercializar, ganar dinero y desechar cuando no funciona.

Cuando uno concientiza estas palabras, se horroriza de cómo pueden referirse a un ser humano como producto, pero esto es lo que ha hecho la pornografía. Ha generado una industria maquillada de “estrellas” que le permiten al hombre (especie) auto gratificarse, normalizando el “uso” de las personas como parte del entretenimiento y satisfacción de los deseos de la sociedad. Y la realidad más dura de esta industria, es que detrás de esa pantalla hay jóvenes, niños, adolescentes a los que se les ha negado su libertad para comercializarlos como esclavos sexuales.

Y es así como la pornografía se ha convertido en una pandemia, que no cuestiona edad, sexo, nacionalidad, ni clase social, llega a todos de manera inmediata, accesible y muchas veces gratuita. Una pandemia que se ha normalizado tanto, que la vemos en el cine, en las redes sociales, la escuchamos en las canciones e interactuamos con ella constantemente., ¿Cuántas veces navegando en internet buscando algo tan simple cómo un cuento infantil, nos aparece publicidad sugerente que nos invita a dar un solo click? Es el click que puede iniciar el contagio…. 

Así de fácil llega a nuestros niños, sin filtros, sin pedir permiso, enseñándoles una imagen errónea de lo que la sexualidad significa, reduciendo al otro como un objeto que se utiliza para satisfacer el placer, forjándose una creencia de que vivir tu sexualidad se reduce a la genitalidad y al intercambio de bienes y servicios, dejando de lado la parte afectiva y emocional en la relación sexual, asimilando que lo que ven en la pantalla es lo que existe o deben hacer en la vida real. 

Sabemos que en la etapa de la infancia como de la adolescencia el cerebro sigue en desarrollo y crecimiento, sobre todo el lóbulo prefrontal que es la parte del cerebro donde se forma la conciencia, la voluntad, la responsabilidad…, es decir todo aquello que guiará y le permitirá al ser humano tomar decisiones conscientes de acuerdo a los principios y criterios que ha forjado durante todas sus etapas. Por lo que comenzar en éstas etapas a mirar pornografía “deformará” su conciencia y la manera de mirar al otro, creyendo que puede hacer uso y abuso de la persona como se le ha mostrado. Deforma el sentido del placer, porque al mirar pornografía nuestro cuerpo segrega una cantidad exorbitante y anormal de dopamina (hormona del placer) que lo vuelve adictivo y va generando tolerancia (adicción)..

Y es que el cuerpo es una maravilla que permite manifestar el regalo más grande que es el AMOR y es tan grande que hasta el mismo Dios quiso manifestarse en un cuerpo. Por eso no se trata de satanizar al cuerpo, sino todo lo contrario redescubrir su belleza en la unidad con el alma, entendiendo que somos espíritus encarnados, llamados al amor: amar y ser amados. Cada uno de nosotros es corresponsable del otro, porque vivimos en una sociedad, donde lo que haga o deje de hacer, influye en el otro, por eso cuidemos la etapa más vulnerable del ser humano y ayudemos a los otros a reconocerse como un DON, un hijo amado por un Padre que lo ha pensado para algo más grande: la plenitud en el amor… Fomentemos el conocimiento de sí mismos, de la sexualidad y su relación con la afectividad. En pocas palabras, forjemos hombres y mujeres con un criterio que les permita afirmarse, aceptarse, y reconocer en el otro la misma dignidad que le confiere su dignidad de ser humano.