La vida de fe en las escuelas

Por Marina Scarafía

Hace unos días estaba jugando al tutti-frutti con mi hijo mayor de 12 años, ese juego que según la letra del abecedario que “toque” debés completar distintas categorías que empiecen con esa inicial. Por ejemplo: comida con A, “ananá”, animal con A, “avestruz”, color con A, “azul”. Como estábamos jugando con algunos amigos de la escuela, agregamos una categoría denominada “escuela”. En ella entraba “todo aquello que podías encontrar en la escuela” (en el caso anterior, por ejemplo, podríamos haber escogido la palabra “aula”). Nos tocó la letra F: fideos, foca, fucsia… y, al llegar a la categoría escuela, mi hijo dijo: “yo puse fe”. Todos lo miramos con cara de desconcierto y él, con toda inocencia, respondió: “¿Y qué? ¿No podemos encontrar fe en la escuela?”. Lo que resultó una anécdota que nos hizo reír un rato me dejó pensando: ¿Encontramos fe en nuestras escuelas? Como docentes, directivos, comunidad educativa, ¿es algo que nos ocupa?


Frecuentemente escuchamos, con cierta nostalgia, comentarios como “las familias ya no acompañan en la fe”, “los niños no saben rezar”, “los docentes ya no comparten el ideario”... o incluso es más doloroso escuchar “ya casi no quedan escuelas católicas que sean verdaderamente católicas”. Si bien hay algo (o mucho) de cierto en estas afirmaciones no tiene que ser esto motivo para quedarnos allí parados viendo cómo pasa lo que pasa. Otra realidad que estamos viviendo este último tiempo -muy dolorosa, por cierto- es la escasez de vocaciones a la vida religiosa y consagrada, que ha llevado a muchas congregaciones a entregar sus instituciones educativas a asociaciones laicas y que conlleva, indudablemente, un riesgo alto en cuanto a la permanencia de la identidad católica de la escuela.


Ante este panorama se nos abren dos caminos: o nos quedamos en el lamento o despertamos nuestro afán apostólico y misionero.  Si hemos tenido la gracia de recibir y acoger la fe, si realmente creemos y nos dejamos habitar por Cristo, exclamaremos como Pedro y Juan: “no podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20), y procuraremos anunciarlo a nuestras comunidades con la convicción de que Cristo es Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6).


Porque si nuestro esfuerzo educativo está puesto en desplegar en nuestros niños y jóvenes todo su potencial, su pleno desarrollo integral, su felicidad, ¿cómo dejar a un lado lo esencial: su relación personal con su Creador? Aunque a algunos pueda parecerles una obviedad y a otros motivo de escándalo o dolor, los invito a tomarnos unos minutos para hacernos esta pregunta: ¿somos -en nuestras escuelas- puente para el encuentro con Dios? Los niños y jóvenes pasan entre 12 y 16 años en nuestras aulas y pasillos, horas y horas, días y días. Pensemos en la dedicación y esmero que ponemos en su calidad académica: ¿nos esforzamos lo mismo en acompañarlos en su vida de fe, en su crecimiento espiritual? ¿O nos conformamos con una fe básica de catecismo, en ayudarlos a dar los primeros pasos en la fe y ya está? ¿O bajamos los brazos diciendo “estos jóvenes están muy lejos de Dios”?


Gracias a Dios, hay numerosas escuelas y educadores que, fieles a las inspiraciones de sus fundadores, fieles a su misión, viven día a día y a destajo el mandato del Señor: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc. 16, 15); y también: “Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí” (Mt. 19,14). Lo que sucede es que muchas veces, la mayoría de las veces, realizan este trabajo de manera silenciosa. Desde Integralis nos propusimos buscar algunos de ellos para sacarlos a la luz, de modo que sean fuente de inspiración para otros.


Conversamos con diversas instituciones de distintos países; algunas pertenecientes a movimientos y órdenes religiosas, otras parroquiales. En ellas encontramos algunos elementos comunes y algunos otros distintivos. Sin ánimo de ser taxativos, enunciamos algunas de las iniciativas centrales.


LA VIDA DE FE EN LAS ESCUELAS: INICIATIVAS CENTRALES

Comenzamos compartiendo algunas prácticas o iniciativas esenciales, fundamentales, ya que son la principal fuente de la que brota toda la vida de gracia de la escuela:

  • En primer lugar, la presencia de Cristo Eucaristía. El “Dueño de la casa”, le dicen algunos, refiriéndose a que la escuela es escuela-templo, es casa de Dios, donde Él habita, el reina. Si bajamos a un plano práctico nos referimos a que exista un oratorio, una capilla, con un Sagrario en el que Jesús esté presente, esperando a cada uno de los que por allí pasan a conversar, a estar con Él. Y para que esto suceda (puede parecer una obviedad pero hemos constatado que no lo es) es necesario que este oratorio o capilla esté abierto y accesible a los niños, jóvenes y docentes.
  • Unido a esto, es necesario destacar la celebración de la Santa Misa, en lo posible diariamente (cuando la disponibilidad de sacerdotes lo permite). Un sacerdote nos decía: “hoy le tocará a 5to grado la celebración de la Misa, mañana a 2do, pasado a 3ero (porque cada día tiene ciertos cursos asignados) pero quienes celebran la Misa cada día lo hacen en nombre de toda la escuela. Así, todos los días, la escuela entera  ofrece al Padre el sacrificio de su Hijo.” La escuela católica, o una escuela con vida de fe, debe propiciar en los alumnos una vida sacramental viva, en la que comunión y confesión sean sacramentos frecuentes.
  • Además de los aspectos centrales anteriores, notamos que ayuda mucho al crecimiento de la fe de los alumnos una formación y participación activa en los distintos ministerios asociados a la liturgia. Aquí nos referimos al lectorado, acolitado (monaguillos) y también a la participación en el coro litúrgico. La música es un precioso instrumento de evangelización, eleva el corazón y ayuda a entrar en comunión con Dios. Muchos niños se acercan al coro litúrgico escolar por el gusto por el canto o la música, pero este ministerio bien vivido abre las puertas a un camino de crecimiento en la fe y la piedad. Cuando antes de la celebración hacemos una pequeña catequesis contextualizando la Misa que vamos a vivir, explicando algún aspecto de la liturgia, o por qué cantaremos los cantos seleccionados -profundizando en su letra-, vamos preparando el corazón y ayudando a gustar y penetrar el misterio que celebramos en la Misa.
  • Otro elemento central presente en muchas instituciones educativas que viven la fe es la existencia de espacio de oración personal y comunitaria en presencia de Jesús Eucaristía. Aquí es donde les enseñamos a nuestros alumnos a rezar rezando. Si bien esta práctica se denomina de diversas maneras según el carisma, la espiritualidad y la metodología utilizada (oratorio de niños, oración ignaciana, oración continua, adoraciones eucarísticas), hay ciertos elementos comunes en ellos: 

- suelen llevarse a cabo en grupos reducidos para favorecer el clima de oración; 
​- tienen una duración estimada entre 20 y 45 minutos según la edad de los alumnos; 
​- Jesús Eucaristía está presente;
​- hay lectura, contacto o escucha de la Palabra;
​- hay un guía que orienta y acompaña.

El aspecto más importante que tienen en común estos espacios es que promueven un encuentro personal e íntimo con Jesús.

INICIATIVAS DE LA COTIDIANEIDAD ESCOLAR

Si bien las iniciativas mencionadas hasta el momento son fundamentales y hacen que nuestra escuela sea “escuela-templo” bien podrían darse en una parroquia o centro de espiritualidad. ¿Cómo hacer, además, que la cotidianeidad del aula, los recreos, los pasillos se impregne de vida cristiana?

  • Llegados a este punto, un asunto medular es la transversalidad del currículum, es decir, que el contenido de nuestras aulas y asignaturas estén cimentadas en la fe y busquen alcanzar una verdadera integración de la fe y la razón, entendiendo que ambas son caminos complementarios en el acceso a la Verdad. ¿Qué coherencia habría en nuestras instituciones si hacemos todo lo anterior pero la fe no atraviesa la lengua, la biología, la química, la historia, etc.? ¿Presentamos todos ellos como aspectos de una única verdad? ¿Apelamos a la integración del saber o nos quedamos en la fragmentación y especialización? La formación de los docentes ocupa, en este sentido, un lugar clave. 
  • En las escuelas católicas suelen coexistir dos ámbitos distintos -aunque en muchas de ellas se solapan-: las clases de Religión o catequesis y la pastoral. Prestemos atención a cada uno de estos espacios. El lugar que ocupa la clase de Religión en la grilla de asignaturas es también relevante. ¿Se trata de una materia más? ¿De una materia complementaria? ¿Se aborda allí únicamente una catequesis sacramental? Hoy que tanto se trabaja la interdisciplinariedad en nuestras escuelas… ¿trabajan cooperativamente las demás áreas con los docentes de Religión o quedan a un lado de los proyectos que se impulsan en la escuela?
  • Respecto al ámbito pastoral, cualquiera que haya estado en el rol de coordinador de pastoral puede dar cuenta de que son numerosas y variadas las acciones que desde este lugar se proponen. Todas ellas deben estar alineadas a la misión de pastorear, de animar, conducir, acompañar la vida de fe de la institución. Vale la pena preguntarnos y plantearnos qué lugar ocupa este rol en nuestras instituciones, ¿forma parte del equipo de conducción? Si se trata de impregnar de fe la institución escolar, necesitamos que la pastoral forme parte de la mirada integral, de la planificación estratégica en un espacio que posibilite cualificar las actividades escolares e integrarlas desde la cosmovisión cristiana. A veces no se trata de sumar actividades sino de cualificar las que se planifican para que tengan una intencionalidad formativa, evangelizadora, misionera. Usualmente, y lógicamente, se piensa en los estudiantes, pero no debemos olvidar que este ámbito debería atender también a los docentes, personal no docente y las familias. El Directorio General para la Catequesis (2020) enuncia de modo muy sintético pero completo las tareas fundamentales de la catequesis. Examinemos nuestras instituciones a la luz de estos objetivos:

- ​Propiciar el conocimiento de la fe

​- La educación litúrgica

​- La formación moral

​- Enseñar a orar

​- La educación para la vida comunitaria

​- La iniciación a la misión 

  • Otro aspecto que puede parecer superfluo pero no lo es, es el ambiente, tanto físico como social, presente en nuestras escuelas. ¿Se respira en el ambiente que somos una escuela católica? ¿Lo expresan nuestras aulas y pasillos? ¿Lo refleja el trato, la cordialidad y la caridad que rige nuestros vínculos? ¿Es un espacio cuidado, ordenado y bello? ¿Reina la paz y fraternidad? Las imágenes religiosas que hay en nuestra escuela, ¿son significativas para los alumnos? ¿Conocen su historia y su significado? ¿Ayudan a elevar el alma, a admirar lo sagrado? El niño tiene un gran potencial para encontrarse con lo sagrado, no menospreciemos su capacidad de captar la profundidad y la belleza del arte al que lo exponemos.
  • Así como las efemérides suelen guiar el desarrollo de ciertos contenidos académicos y las celebraciones patrias, el calendario litúrgico puede ser de gran ayuda para educar en la fe. Por ejemplo, la Cuaresma como un tiempo privilegiado para reflexionar en torno al perdón y la misericordia de Dios. El mes de María, del Rosario, de las Misiones, ofrecen oportunidades para profundizar en distintos aspectos de la vida cristiana. Esto puede reflejarse tanto en las carteleras de aulas y pasillos como en las diversas celebraciones que guían la vida de la escuela. También la vida de los santos puede  ser presentada como ejemplo y modelo de vida para nuestros jóvenes.

  • Una práctica áulica que vale la pena mencionar es la que algunos denominan “Normas de piedad”. Se trata de introducir, a lo largo de la jornada escolar, pequeñas prácticas de piedad -oraciones breves y sencillas, propias de la vida cristiana-, que ayuden a estar en presencia de Dios y a recordar que a través de nuestra labor ordinaria -en este caso, el estudio- podemos glorificar a Dios y ese es nuestro camino de santidad. Algunas escuelas, por ejemplo, comienzan cada hora de clase con una breve oración o presentando algunas intenciones por las que ofrecen ese estudio.

INICIATIVAS EXTRAORDINARIAS

Existen, además, otras iniciativas que se “salen” del día a día de la escuela y por eso las llamamos extraordinarias. Estas suelen ser de alto impacto, marcan significativamente la vida de los alumnos (pensemos, si no, en nuestra propia historia de vida) y conllevan una importante preparación previa. Mencionamos a continuación algunas de ellas:


  • La preparación para los Sacramentos de iniciación es un aspecto central en muchas escuelas católicas, que integran la catequesis sacramental como parte de su propuesta educativa. En otros casos, la preparación sacramental se realiza en las parroquias. En ambos casos esta constituye una ventana de oportunidad única para cimentar la vida de fe de los niños y para acercar nuevamente a la familia a la fe, ya que sin vida de fe en la familia, costará mucho que el niño persevere en la fe. Si se realiza en la escuela, es valioso que esta no sea la única comunidad de fe que conozca el niño, sino que se pueda hacer de puente con parroquias y movimientos, que el niño conozca otros espacios para crecer en la fe y pueda incorporarse en algún momento de la vida, cuando ya deje el colegio. Esto ayuda también a ir ampliando la vivencia de la Iglesia como "familia de Dios", como dice San Pablo.
  • En los últimos años del nivel secundario se puede invitar a los jóvenes a vivir la experiencia de retiro, ya sea de silencio o de impacto. Estas son oportunidades únicas para que los alumnos se encuentren con ellos mismos y con Dios. Lejos del ruido cotidiano, permiten reflexionar sobre la propia vida, fortalecer los valores y clarificar su propósito y misión de vida.
  • Ya desde la primaria se pueden realizar convivencias. Consiste en alejarse de la rutina (contribuye el contacto con la naturaleza, el aire libre) para ahondar en alguna temática específica. Muchas veces se utilizan para trabajar las virtudes. Pueden durar una jornada o ser de varios días.

  • Misiones. Al hablar de misión muchas veces los jóvenes piensan en “viajes solidarios”. Si bien a veces misionamos en lugares donde las necesidades materiales son significativas, la misión no siempre implica trasladarse a “tierras lejanas” o atender a una falta material. La misión consiste en llevar a Cristo a quienes no creen. Realizar diversas misiones juntos a nuestros alumnos permite despertar en ellos ese afán apostólico de llevar a Cristo, la Buena noticia a otros.  Es una experiencia testimonial hermosa y llena de alegría, donde se evidencia que “la felicidad está más en dar que en recibir” (Hch 20, 35), y en la que generalmente se experimenta como fruto un crecimiento en la unidad de la comunidad educativa, que deja de "mirarse a sí misma" para crecer en el amor mirando al hermano.

PASTORAL ESCUELA - FAMILIA

Así como hablamos de la evangelización de los niños y jóvenes de nuestras escuelas, no podemos dejar de mencionar a nuestras escuelas católicas como tierra de misión y evangelización para las familias.

Sabemos que muchas familias se acercan a nuestras instituciones por el nivel académico, cercanía geográfica o una multiplicidad de razones y no necesariamente por el ideario e identidad católica. Sabemos que esto puede ser muchas veces punto de conflicto, pero también es una oportunidad, es tierra de misión. Así como desearíamos que nuestras escuelas sean escuela-templo, quisiéramos que cada hogar llegue a ser una verdadera iglesia doméstica.


¿Y cómo hacemos esto? Compartimos aquí algunas prácticas sencillas pero que enriquecen tanto la vida de la escuela como de la familia:

  • Abrir la puerta de la escuela a las familias:

​- ​Invitar a las familias a participar en la Misa diaria. Para favorecer esto, algunas instituciones establecen el horario de la Misa al comienzo o al final de la ​jornada escolar.
​- Abrir las puertas a la familia en la oración de la mañana. De esta manera comenzamos juntos el día, ayudamos a las familias a rezar, a conocer sobre el ​santo del día o bien una frase del Evangelio del día para que puedan vivirla a lo largo de la jornada.
​- ​Muchas veces la práctica del Oratorio de niños se sostiene gracias a la colaboración de algunos padres que colaboran como guías o acompañantes.

  • Muchas instituciones aprovechan los sacramentos de iniciación para realizar una catequesis familiar en la que se ayuda a las familias a profundizar en la fe de estos misterios. Es una maravillosa oportunidad en la que muchos adultos se vuelven a acercar a la fe, y otros -a través de la catequesis para adultos- también acceden a estos sacramentos que no habían recibido (sucede especialmente con el sacramento de la Confirmación).

  • También pueden ofrecerse diversas charlas formativas para padres sobre diversos temas: matrimonio y familia, educación de los hijos, educación en virtudes, oración en familia, y un largo etcétera.

  • Acompañan el crecimiento espiritual de los alumnos diversas celebraciones, generalmente vividas en familia, que tienen como eje alguna práctica de piedad o alguna temática asociada a la edad del alumnos: Celebración del ángel de la guarda, Entrega de la Palabra, Lectio divina, Rosario en familia, Presentación del niño en el templo, entre otras.
  • También suelen conformarse algunos grupos de oración, por ejemplo, grupos “Santa Mónica” de madres que se juntan a rezar por sus hijos, o espacios en los que los abuelos se acercan a rezar junto a sus nietos (ya que muchas veces son ellos los que custodian la fe en la familia).

  • Menos frecuente, pero sería interesante que se expandiera, es encontrar la propuesta de Retiros para padres. En algunas instituciones esto ha surgido a partir de que se invitaba a las familias a colaborar como servidores en los retiros de los alumnos (en el equipo de cocina o formación, por ejemplo). Esto ha llevado a que ellos mismos pidieran este espacio de encuentro con el Señor.
  • Las misiones son un don del Espíritu que fortalece la comunidad, acrecienta la unidad y ayuda a madurar la fe, a través del encuentro con el otro. Una hermosa experiencia es hacer parte a la familia de esta propuesta, invitarlas a ser familias misioneras en uno o varios momentos del año. Así, esos frutos antes mencionados -unidad y madurez en la fe- se viven no solo en la comunidad sino también -y con mucha intensidad- en el núcleo familiar. Como expresan muchos jóvenes y adultos que han vivido esta experiencia: "vamos a misionar y somos misionados".

    Más allá de todas las iniciativas mencionadas, muchas veces son los pequeños quienes espontáneamente se convierten en misioneros y evangelizadores de sus propias familias. Su fervor y celo apostólico, su testimonio conmueve a los adultos que se han alejado de la fe.

Seguramente sean muchas más las iniciativas que el Espíritu irá soplando en las diversas comunidades. Los invitamos a compartirlas al mail comunicacion@cursosintegralis.org


 De esta manera, podremos sostenernos y entusiasmarnos en esta misión de educar en la fe. No nos cansemos de anunciar la Buena Noticia, seamos luz en nuestras escuelas para que no suceda como nos recordaba San José de Calasanz, que “los niños piden pan y no hay quien se los de” (Lam. 4,4)

Artículo elaborado por Marina Scarafía, directora académica de Integralis.